El conflicto post-electoral y la Refundación de la República

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Publicado en CRISOL Número 01, Noviembre de 2006

El pasado 2 de julio quedó a la vista de todos dos hechos sumamente trascendentales: por una parte, quedó de manifiesto la voluntad popular por realizar un cambio de modelo económico, político y social en México y, por otra parte, quedó también evidenciado cómo el grupo enraizado en el poder y que se sienten dueños de él, harán todo (y contra todos) lo posible por mantener el poder aún a costa de las instituciones construidas y libertades ganadas durante tanto tiempo por miles y miles de mexicanos, muchos de los cuales perdieron la vida en el intento.

Sin embargo, este poder no lo ve así. Lo demostraron al realizar el mayor y más evidente fraude en la historia de México; secuestrando a las Instituciones utilizándolas en su beneficio; mintiendo a la población a través de los medios de comunicación bajo la máscara de la “libertad de expresión”, coartando el derecho a la información de los mexicanos, y limitando la información en torno a un movimiento que ha rebasado, por mucho, las expectativas de quienes le apostaban al desgaste y fracaso del mismo, pensando que tapando el sol con un dedo iban a impedir que millones de mexicanos se volcaran a las calles para asistir a la Convención Nacional Democrática que nombraría como Presidente Legítimo de México a Andrés Manuel López Obrador.

Este poder fáctico, que tiene sus orígenes en lo más sombrío de la historia de México, cuyos objetivos siempre han sido destruir la República y beneficiarse personalmente del trabajo del pueblo y en base a la opresión y la represión hacia éste, el día de hoy tiene una crisis de legitimidad y, a su vez, de credibilidad. La Resistencia Civil Pacífica y la Convención Nacional Democrática evidenciaron la necesidad de reformar las instituciones y, de ser necesario, crear unas nuevas. La pregunta que se hacen muchos es ¿por dónde empezar o qué instituciones desechar o reformar?

La Historia nos menciona que el Congreso de la Unión y la Universidad Nacional Autónoma de México son, hasta hoy, las únicas instituciones que han sobrevivido desde la época Independiente hasta nuestros días. No sería descabellado, a partir de éste principio, pensar que las grandes reformas que se realicen en los próximos años (encabezadas por el Gobierno en Rebeldía de Andrés Manuel López Obrador) sean precisamente en éstas dos grandes instituciones donde se comiencen a gestar.

En éste marco coyuntural, la Universidad Nacional posee los elementos necesarios (académicos, intelectuales, infraestructura, conocimiento) para replantear el México Nuevo al que aspiramos todos. Por otra parte, aunque actualmente existe un Congreso con una mayoría derechista y una importante fuerza progresista, puede darse en éste lugar las reformas necesarias de las instituciones. Cabría recordar numerosos ejemplos históricos donde, a pesar que en algún momento los liberales o, en otro momento, los conservadores tenían cierta predominancia en el Congreso, o incluso cuando el PRI era prácticamente el dueño de las dos Cámaras, es ahí donde se dieron grandes transformaciones y conquistas en la vida política e institucional del país como la promulgación de las Leyes de Reforma, la Reforma Política de 1977 o la victoria de los Pueblos Indígenas al plantear, ante la Cámara de Diputados, sus problemas y necesidades en el 2001.

Dicho sea de paso, las transformaciones que requiere el país, así como el impedir la privatización del gas, el petróleo, la electricidad, la Universidad, la seguridad social, el agua, y demás proyectos neoliberales, sólo se pueden hacer por medio de la gente. La Refundación de la República, tal y como lo planteó Andrés Manuel López Obrador el pasado 16 de septiembre, sólo puede hacerse con el compromiso y la movilización de la gente. Si la gente (como en otros tiempos) permanece apática o inmóvil, el país seguirá siendo el mismo: la República de la tranza, la corrupción, la mentira y el tráfico de influencias.

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