La importancia de la defensa de la educación pública contra la privatización

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Hola.

Era marzo de 1999. Francisco Barnés de Castro era Rector de la UNAM, y había mandado el día 15 una reforma al Reglamento General de Pagos, el cual aumentaba la cuota semestral de 20¢ a 2,000 pesos semestrales. Independientemente de que hubieran familias (como la mía) que no pudieran pagar semejante cantidad de dinero al semestre, lo cierto es que ésto era la antesala a la privatización de la UNAM.

Nos organizamos en Asambleas Generales en las escuelas (generalmente, eran entre turnos, a la 1 de la tarde, para no perder clases) e hicimos paros, marchas, y finalmente se organizó una consulta entre la comunidad universitaria, la cual votó por convocar al cierre de las escuelas e iniciar una huelga indefinida el 20 de abril (fecha que inició), la cual tenía como fin último 6 simples puntos de un pliego petitorio elaborado por la comunidad universitaria:

  1. Abrogación del Reglamento General de Pagos y anulación de todo tipo de cobros por inscripción, trámites, servicios, equipo y materiales.
  2. Derogación de las reformas aprobadas por el Consejo Universitario en junio de 1997. Esto significa recuperar el pase automático, eliminar los nuevos límites de permanencia a los estudiantes de la UNAM y respetar la elección de carrera dando prioridad al bachillerato de la UNAM. Cabe señalar que también participé en éste fallido movimiento. Y fue fallido, porque las preparatorias no tuvieron el valor para irse a huelga, lo cual no tuvo la fuerza suficiente al estar cerrados sólo los CCH’s, razón por la cual se levantó la huelga a los 2 meses de iniciada.
  3. Congreso democrático y resolutivo en el que toda la comunidad discuta y decida sobre los problemas que enfrenta nuestra universidad y cuyas decisiones tengan carácter de mandato para toda la comunidad universitaria y sean acatadas por las autoridades. Congreso que, por cierto, no se ha organizado a 12 años de su petición.
  4. Desmantelamiento del aparato represivo y de espionaje montado por las autoridades y anulación de todo tipo de actas y sanciones en contra de maestros estudiantes y trabajadores que participamos en el movimiento.
  5. Corrimiento del calendario escolar tantos días como los días efectivos de clase suspendidos por el actual conflicto, con la correspondiente anulación de las clases extramuros.
  6. Rompimiento total y definitivo de los vínculos de la UNAM con el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior A.C. (CENEVAL) y, en consecuencia, la anulación del examen único de ingreso al bachillerato de las universidades y escuelas públicas, así como del Examen Único de Egreso. (El sexto punto fue agregado el 3 de mayo de 1999 en Asamblea del CGH en el auditorio Ernesto “Che” Guevara).

Los medios (como siempre) no tardaron en desprestigiarnos y en etiquetarnos como porros. El argumento de Barnés de Castro, risible: decía que la UNAM incrementaría significativamente su presupuesto: del 1.5% que se recaudaba con 20¢ semestrales, se incrementaría al 3% con 2,000 pesos mensuales, es decir, el subsidio gubernamental bajaría del 98.5% al 97%.

Yo me fui 4 días antes de cerrar la escuela debido a que me contagié de varicela, y cuando regresé a la escuela, 40 días después, el movimiento que había dejado ya no existía: había muchas caras desconocidas y (después nos enteraríamos) pseudolíderes y esquiroles pagados por Gobernación habían tomado las riendas del movimiento, y su finalidad ya no era mantener la escuela cerrada hasta la renuncia de Barnés, sino hasta la extinción de la propia UNAM.

Barnés se fue, llegó Juan Ramón de la Fuente (y con él, la PFP), y no se resolvieron todos los puntos del pliego petitorio. Sin embargo, el más importante si: se mantuvo a la UNAM con cuotas bajas, y siendo una Universidad, Autónoma, Libre, Laica y casi gratuita. Sin embargo, no fue suficiente el empuje de la huelga para derogar las modificaciones de 1997 al Reglamento de Inscripciones. Las consecuencias las tenemos hoy en día, donde preparatorianos y ceceacheros no tienen derecho a pase automático, y su matrícula está condicionada a permanecer no más de 4 años en la escuela, so salvedad de perder la inscripción.

Así, alejamos el fantasma de la privatización en la educación pública superior, pero éste sigue rondando. Federico Döring aseguró, en un debate en 2006 en Proyecto 40, que el PAN buscaría privatizar la UNAM para dejarla en beneficio del Libre Mercado, y su hermano, Edgar Döring, aseguró que le gustaría tener un Manhattan en el área que ocupa Ciudad Universitaria. Por otra parte, la educación básica está semi-privatizada, puesto que el yugo de Elba Esther Gordillo con el SNTE hace imposible cualquier reforma que se quiera hacer al sector (y obviamente, con un gobierno de derecha, menos).

Éste fantasma, sin embargo, no es sino un alma en pena, que tiene mucho qué ver con las cartas intención firmadas al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional tras las crisis en América Latina.

Aparte de la instauración del neoliberalismo en éstos países (con sus fatales consecuencias), éstos acuerdos firmados so pena de no recibir los préstamos para capitalizar las economías en tiempos de crisis por parte de los organismos financieros internacionales, se les pidió exigió a los paísesen vías de desarrollo crear paquetes para vender empresas estatales a la iniciativa privada, bajo el argumento de que el Estado el mal administrador. Así mismo, se les pidió reducir al Estado a su mínimo posible, para que el Libre Mercado pudiera explayarse a sus anchas sin un Estado fuerte que lo limitase. Algunos fueron forzados y obligados, mientras que otros con tecnócratas como Miguel de la Madrid (y séquito), Carlos Salinas de Gortari (y séquito), Ernesto Zedillo (y séquito) y Vicente Fox (y séquito) siguieron sin chistar éstas medidas. Eso explica el porqué el fraude en contra de López Obrador en 2006, así como la imposición de Felipe Calderón en la presidencia, y del porqué Calderón (y séquito) continúan las políticas neoliberales, con la catástrofe que ésto implica.

Éstas recomendaciones no sólo fueron para México (como dije anteriormente), sino fue reproducido en el resto de América Latina, África, Asia e, incluso, fueron requisito para ingresar a la Unión Europea para varios países de (adivinaron) Europa.

Los movimientos estudiantiles contra la privatización de la educación que vemos en Chile u Honduras (ambos con gobiernos de derecha, curiosamente) no son sino una respuesta a esas políticas neoliberales de privatización de la educación pública, así como lo hicimos en México en 1999-2000.

Son, además, batallas injustas (con todo el poder del Estado en contra), ingratas (puesto que la mayoría de los medios están al servicio del poder), pero que de lograrse, consiguen que las generaciones venideras disfruten de las luchas que hoy hacemos. Por eso es tan importante apoyar a nuestros jóvenes en Chile, Honduras, y donde el fantasma de la educación pública se aparezca. Porque de ello depende la educación no sólo de nuestros hijos, sino de las generaciones futuras.

Pero no cantemos victoria: el fantasma de la privatización sigue rondando en México y, de no conseguirse la transformación de México en 2012, tendremos que regresar a las calles y a las aulas para defender casi lo último de que nos queda: Nuestra Universidad, pues de ella depende, en gran medida, el México que exista generaciones más adelante: un México sumido en el atraso y la pobreza o, bien, un México con justicia social, equidad y progreso.

Solidaridad con nuestros compañeros en Chile y Honduras.

Saludos. Dejen comentarios.

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