Juan Pablo II ¿Santo?

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Hola. Sé que ésta entrada causará polémica, pero es necesario dar otro enfoque del tema.

A lo largo de muchos siglos, la Iglesia Católica (que es la institución más vieja que conoce el Hombre, y la que tiene más experiencia por excelencia) ha ingresado a su lista de santos a muchos personajes que, si bien fueron importantes para la evangelización y difusión de su fe, tampoco ameritan tal honor. Así mismo, existen otros que por su historia personal o su reputación , hacen cuestionarse sobre los méritos que se necesitan para llegar a tener tal título nobiliario dentro de la jerarquía católica.

Pues bien, a ésta lista de personajes destinados para el culto y la salvación eternas, viene a agregarse un líder de ésta religión, muerto hace 5 años: Juan Pablo II. Precisamente, por la propia naturaleza del personaje, y dado el poco tiempo que ha pasado desde su fallecimiento, resulta por demás extraño que apenas comenzado el año se haya anunciado su beatificación, y en mayo se consume su canonización.

Para introducir una causa de beatificación se exige que transcurra un plazo. El derecho exige actualmente que haya transcurrido un plazo de cinco años desde la muerte del fiel y que no hayan pasado cincuenta años. Anteriormente se establecía que debían transcurrir más de cincuenta años antes de iniciar el proceso de beatificación. La legislación actual ha decidido reducir el plazo a cinco años para evitar la desaparición de pruebas. De todas maneras, el Papa puede dispensar del plazo de cinco años. En los últimos años se han dado dos dispensas: una concedida por Juan Pablo II para iniciar el proceso de la Madre Teresa de Calcuta, y otro por Benedicto XVI para iniciar el proceso de canonización de Juan Pablo II. En el tiempo de espera y hasta que se proceda a su beatificación, la Iglesia prohibe que bajo cualquier aspecto se dé siquiera la apariencia de culto público al fiel que ha muerto con fama de santidad.

La espera de cinco años o más, sin embargo, puede ser muy fructífera. Los promotores de una causa de beatificación pueden aprovechar estos años para recoger testimonios de personas que conozcan la vida del candidato a santo y que puedan ilustrar la fama de santidad, así como para redactar una biografía de exquisito rigor histórico y con buen aparato crítico y cuidada documentación, que eventualmente pueda servir para presentarla en los procesos competentes. Además será muy útil que difundan la devoción privada al fiel cuya canonización desean promover. Se suele hacer mediante la difusión de estampas u hojas informativas, y actualmente se incorporan nuevos medios: documentales y vídeos, páginas web, etc. También se pueden editar libros y folletos, como la biografía que se ha preparado para el proceso, u otras más sencillas para la divulgación, con tal de que sean rigurosamente históricas.

Quienes deseen promover la beatificación de un fiel, pueden editar y distribuir estampas, hojas informativas y otros impresos en las que se contengan oraciones al fiel, pero en ellos debe constar la finalidad de la devoción privada de dicho material impreso. Si además se redacta una oración para la devoción privada, se debe pedir la aprobación al Obispo competente. (Iuscanonicum.org. El proceso de beatificación y canonización. http://www.iuscanonicum.org/index.php/derecho-procesal/47-otros-procesos-canonicos-especiales/247-el-proceso-de-beatificacion-y-canonizacion)

Para todo aquel que desee profundizar más en éste sentido, recomiendo dos textos: http://www.iuscanonicum.org/index.php/derecho-procesal/47-otros-procesos-canonicos-especiales/247-el-proceso-de-beatificacion-y-canonizacion y Esquema del proceso de beatificación y canonización

Por otra parte, a Juan Pablo II ya lo estaban canonizando desde que se encontraba en agonía, pues ya desde entonces se hablaba de convertirlo en santo. ¿Cuál es el sentido, entonces, de santificar a un personaje muerto apenas hace algunos años, y que el papa dispense del plazo establecido para tal efecto? La respuesta se dará más adelante, pero antes analizaremos una serie de hechos que nos ayudarán en nuestra hipótesis central.

Karol Wojtyla llega al papado en un periodo turbulento y oscuro de la Iglesia Católica. Su antecesor, Juan Pablo I, oficialmente muerto de un infarto apenas un mes después de haber asumido el cargo, pero existen ciertas dudas con respecto a su merte, debido al carácter progresista que se vislumbraba de su propio papado, mostrado desde el mismo momento de asumir, al poner como lema de su papado Humildad, y rechazando su coronación y la Tiara Papal. Cuando asume el cargo, Karol adopta el nombre de Juan Pablo II, dice, como un homenaje a su antecesor. De inmediato, Karol Wojtyla adopta como misión fundamental de su papado revitalizar, evangelizar y reevangelizar la fe católica.

Esto lo hace de distintas formas en distintos frentes a lo largo y ancho del mundo: en América Latina, por ejemplo, la fe católica se encuentra en decadencia debido, principalmente, a la inserción de doctrinas protestantes y, por otra parte, se encuentra sumida en un proceso de cambio de visión (dejando atrás el conservadurismo) por la cada vez más fortalecida Teología de la Liberación. En Europa, se propone combatir el socialismo o comunismo de los países de Europa del Este, combatiendo a su vez a la doctrina ortodoxa y, por otra parte, se propone frenar políticas públicas progresistas, principalmente en materia de derechos y libertad sexual. Para África y Asia, se propone expandir la fe católica, evangelizando zonas donde la religión católica no ha permeado. Así pues, comienza el largo papado de Juan Pablo II, que duró 26 años, convirtiéndose en uno de los más largos de la Curia Católica.

Sin embargo, la llegada del Opus Dei al papado personificado en Juan Pablo II no hace otra cosa que fortalecer, en gran medida, a los grupos conservadores dentro de la Iglesia Católica, agrandando su poder desmesuradamente y, por otra parte, conlleva al endurecimiento de la postura de la propia Iglesia en cuestiones tales como el aborto, el uso de preservativos, la homosexualidad y la eutanasia. Esto, a su vez, es contrarrestado con la imagen de un papa carismático, bondadoso, y sobre todo, adopta una cercanía con la gente como ningún pontífice lo había hecho antes. Esto, por supuesto, fue reforzado por los medios de comunicación, los cuales ayudaron a crear dicha imagen y, por otra parte, comenzaron un proceso de adoctrinamiento en masa, el cual fortaleció mucho la imagen de la Iglesia Católica en muchos países.

El regaño a Ernesto Cardenal, de la Teología de la Liberación, en pleno aeropuerto, era transmitido en vivo y en directo por las cámaras de televisión a lo largo y ancho de América Latina. El discurso crítico de Fidel Castro hacia el Papa y la Iglesia Católica durante su visita a Cuba, era acallado y ocultado. Las supuestas visitas pastorales que hizo a México eran transmitidas en vivo, ocupando todo el espectro radioeléctrico mexicano. Los acuerdos de El Vaticano con Carlos Salinas de Gortari (quien derogó parte del Artículo 27 Constitucional para que la Iglesia pudiera ser dueña de sus posesiones, algo que se proclamó con las Leyes de Reforma, y que significa un retroceso en términos reales de tales leyes y al Estado Laico) eran ocultados, bajo la sonrisa de Juan Pablo II y su lema “México siempre fiel” (o siempre buey, mejor dicho). Las misas en la Basílica de Guadalupe dirigidas por Juan Pablo II, alentando el guadalupanismo, eran transmitidas en vivo en cadena nacional, y retransmitidas “por si no la viste”. El texto de Schulemburg, Abad del Templo del Tepeyac, en el sentido de que la Virgen de Guadalupe no existió, eran ocultadas o, bien, atacadas y satanizadas. Las misas de canonización de los “mártires” de la Guerra Cristera eran transmitidas en vivo. El apoyo de Samuel Ruiz al movimiento zapatista, era condenado. Las visitas de Marcial Maciel a Juan Pablo II eran nota en los principales noticieros. Las acusaciones de pederastia en contra del líder de los Legionarios de Cristo, eran acalladas.

Hubo cosas buenas en Juan Pablo II, como el reconocimiento de los errores históricos de la Iglesia, o bien la condena al neoliberalismo. Sin embargo, siempre hubo una campaña en medios que funcionó bien. Miles de gentes salían a las calles a recibir a Juan Pablo II al país al que fueran, desconociendo que el Estado de su país le pagaba a El Vaticano de sus propios impuestos para que el papa fuera a sus países, tal cual estrella de rock. El resultado no miente: mucha gente (no sólo del catolicismo) considera a Juan Pablo II un gran líder, un gran Papa, y lo más cercano al legado de Jesucristo y a su propia persona. Nada más alejado de la realidad.

Juan Pablo II representa, para la Iglesia Católica, la oportunidad de recuperar muchos fieles que se han ido por las mismas posturas retrógradas de la Iglesia Católica, así como de los escándalos en los que se ha visto inmersa en la última década, y de atraer otros más de otras religiones que se dejaron deslumbrar por la imagen de Juan Pablo II elaborada por los medios de comunicación.

Hablando en términos de marketing o muy capitalistas, recordemos que el mercado de El Vaticano y de la Iglesia Católica (al igual que el de todas las religiones) es el negocio de la fe, de la salvación eterna, y de la vida después de la muerte. En éste sentido, Juan Pablo II es una imagen que vende, es una marca que puede redituar muy buenos ingresos, materiales, espirituales y, por supuesto, de fe.

Seguir los parámetros tradicionales de beatificación y canonización era perder mucho tiempo, y lo que le falta a la Iglesia Católica para reposicionarse es precisamente eso: tiempo, debido a que el catolicismo se encuentra inmerso en una crisis de fe y credibilidad a nivel mundial (ya reconocido por el mismo papa y la Iglesia Católica). En éste sentido, la mejor vía de beatificación y canonización de Karol Wojtyla era por la vía del fast track, para comenzar a conseguir su objetivo, que es la recuperación de parte de su mercado.

Yo creo que la Iglesia si recuperará algo de su mercado perdido, principalmente en América Latina, donde la figura de Juan Pablo II permeó más que en ninguna parte. Sin embargo, la crisis recurrente y continua en la que se encuentra el catolicismo seguirá ahondándose, y veremos si el empuje y dinamismo que le inyectará la canonización de Juan Pablo II alcanzará para que la Iglesia se recupere y se encumbre como la máxima institución de la fe en América Latina y Europa.

Saludos. Dejen comentarios.

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