El regreso del Cóndor

Hola.

Los procesos de independencia de los diferentes países de América Latina que comenzaron hace dos siglos, en un principio no fueron iniciados como una forma de independizarse del yugo español. Hidalgo, San Martín, Miranda, no preveían la formación de Estados Nacionales, tal y como lo vemos hoy, sino únicamente luchaban por el reconocimiento de los derechos que, como criollos (descendientes de españoles nacidos en América Latina) no tenían. Dicho en palabras de Marx, luchaban por sus propios intereses de clase.

Fue gracias al surgimiento de figuras como Morelos, en México, o Bolívar, en Sudamérica, que la lucha se tornó independentista, y para librarse dela opresión colonizadora. Y lo consiguieron: se quitaron el yugo español, pero continuaron las prácticas coloniales, ahora en manos de los criollos.

Eso permitió la apropiación y concentración de la tierra en pocas familias, que eran propietarias de una gran cantidad de hectáreas, mientras que el Pueblo, los indígenas, lo menos favorecidos continuaron en el esquema de explotación y sumisión ante la nueva oligarquía.

Esa nueva oligarquía se fue transformando: algunos continuaron en el sector agropecuario, otros fueron inclinándose hacia el sector industrial (siempre a la sombra de las trasnacionales estadounidenses o extranjeras), y después de mediados del siglo pasado, algunos evolucionaron hacia el sector servicios.

Sin embargo, esta transición a un Capitalismo incipiente en América Latina (y reitero: Capitalismo incipiente, porque ni la industria ni los servicios se han desarrollado como en las grandes potencias y, por la otra, América Latina sigue siendo proveedor de materias primas hacia los grandes países industrializados, cumpliendo el mismo rol de África en la economía global) conllevó a otro problema: el acaparamiento del poder político por parte de las mismas familias que primero acapararon el poder económico, creando a esa nueva oligarquía que mencioné anteriormente.

Así, la oligarquía creó farsas democráticas, es decir, un sistema político con elecciones donde participa el Pueblo, pero donde las diferentes opciones están conformadas por personajes de la misma oligarquía, de tal forma que no importando la opción que se elija, el rumbo y destino de la Nación siempre será el mismo, pues al final, convergen y coinciden en los mismos intereses de clase.

Eso permitió que, por citar el caso mexicano, existieran figuras como Porfirio Díaz, que gracias a esa oligarquía permaneció en el poder más de 30 años, o que tras la traición a la Revolución Mexicana y la derechización del Partido Oficial durante los sexenios de Ávila Camacho y Miguel Alemán, comenzaran las alianzas y concesiones con la clase que la misma Revolución combatió, que tras la imposición del neoliberalismo en 1985, acapararon el poder político y económico como nunca antes.

Sin embargo, como cualquier sistema político, las farsas democráticas tienen huecos que han permitido que, mediante años de lucha y emancipación, se hayan logrado filtrar (y ganar) candidatos que responden a las necesidades del Pueblo, y que en muy poco tiempo, han tenido que desarticular los sistemas políticos impuestos en los diferentes países de América Latina por parte de las oligarquías, para crear nuevos que no estén atados a las viejas inercias del pasado.

Así, a lo largo del Siglo XXI, han habido dos grandes olas de gobiernos progresistas en América Latina: la primera, de 1999 a 2012 aproximadamente, en las que figuras como Hugo Chávez, Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, y Néstor Kirchner llegaron a la Presidencia, y comenzaron a hacer grandes reformas que permitieron reconfigurar el sistema.

Sin embargo, bien dice Rafael Correa, que en América Latina, ganar la Presidencia no garantiza ganar el poder político, y así fue. Varias veces, en este espacio, he mencionado los eventos que tuvieron que enfrentar estos gobiernos progresistas contra una derecha que no quedó contenta en perder el poder político, y que gracias a sus alianzas con gobiernos extranjeros como el estadounidense, generaron acciones de desestabilización, que nunca prosperaron más allá de lo anecdótico.

Es más o menos en este contexto que se da el fraude electoral de 2006 contra López Obrador. En ese sentido, podríamos asegurar que este fraude conllevó intereses geoestratégicos, sobre todo de Estados Unidos.

Tras la primera ola de gobiernos progresistas, vino la reacción de la reacción. La derecha comenzó a infiltrar a los partidos de Izquierda, y llevaron a cabo dos estrategias: ganar las elecciones con candidatos de derecha disfrazados de Izquierda, como el caso de Lenin Moreno en Ecuador en 2017; o crear golpes parlamentarios, como en Brasil con Michel Temer contra Dilma Rousseff en 2014.

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 revitalizó a las fuerzas progresistas en América Latina, y sentó las bases para la segunda ola. Alberto Fernández, Lucho Arce, Lula Da Silva en su segundo período, Pedro Castillo, Gustavo Petro, y Gabriel Boric (con todo y las reservas para este caso, dado sus actitudes contra los régimenes cubano y venezolano) han logrado que casi todo el continente, como nunca antes, existan gobiernos de Izquierda.

Sin embargo, no todo puede ser miel sobre hojuelas. El Imperialismo yanqui, con sus cómplices de la derecha latinoamericana, han generado las condiciones para un embate en contra de estos gobiernos, en la búsqueda de recuperar el poder político que les fue arrebatado en las urnas. El triunfo de Lucho Arce en Bolivia fue antecedido por un golpe de Estado contra Evo Morales encabezado por la dictadora Jeanine Añez en 2019. El triunfo de Gustavo Petro se dio pese a la conjunción y conspiración de todas las fuerzas políticas y mediáticas de derecha. Gabriel Boric se enfrentó al rechazo de la nueva Constitución que el nuevo gobierno propuso en Chile, mostrando que el Pinochetismo se niega a morir. Y recién, Cristina Fernández de Kirchner, actual vicepresidente de Argentina, acaba de sufrir un impeachment disfrazado.

En México, Andrés Manuel López Obrador ha tenido que sortear con intentos pírricos de organización por parte de la derecha, a los cuales ha frenado gracias a su capacidad de movilización popular, a la mayoría que tiene en el Congreso y gracias a la cual puede seguir impulsando proyectos de gobierno, y a la capacidad de comunicación que tiene con la población en general.

Sin embargo, la derecha ha logrado aglutinarse para impedir reformas estructurales del Presidente, como la Reforma Eléctrica (defendiendo los intereses de las empresas trasnacionales), o bien con la Reforma Electoral, que si bien es cierto, fue aprobada con la modificación de todas las leyes secundarias en la materia, no pudo realizarse el gran cambio constitucional que requería el sistema electoral para ser reformado en su totalidad.

Sin embargo, nada se acerca a la canallada que le hicieron a Pedro Castillo, maestro rural que ganó las elecciones en Perú el año pasado. Desde el principio de su gobierno, Pedro Castillo no fue bien recibido por la oligarquía peruana, la cual comenzó un clima de hostigamiento y persecución en contra del Presidente.

Recientemente, Castillo sufrió un golpe de Estado en su contra, gracias a la alianza de su vicepresidente (infiltrada, como el caso de Temer en Brasil, o de Lenin en Ecuador) con la oligarquía, el fujimorismo, la derecha parlamentaria y el ejército, sin tener ni un solo cargo en su contra, detenido por su propia guardia personal, e incomunicado ilegalmente. La situación política en Perú ha sacado a la población a las calles, defendiendo a su Presidente, y el gobierno de facto ha sacado a la policía y al ejército para reprimir al Pueblo.

No sabemos qué vaya a pasar ante el complicado escenario que se vive en Perú, pero lo cierto es el Cóndor ha regresado, y está más vivo que nunca. El mismo Cóndor, por cierto, que nació de la Escuela de las Américas que Estados Unidos, por medio de la CIA, implementó en Panamá tras la Segunda Guerra Mundial para contrarrestar los movimientos marxistas y de Izquierda en América Latina, y que después se institucionalizó como Plan Cóndor por parte de las dictaduras militares de los 70’s y 80’s en Sudamérica.

Hasta ahora, el Cóndor había cambiado de estrategia, y se había limitado a crear golpes blandos, e impeachments parlamentarios. Pero en los últimos 3 años, ya tiene dos golpes de Estado en su historial: el de Bolivia de 2019, y este reciente, de Perú, en 2022.

Dice Joaquín Sabina, que el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno, y ante la aparición del Otoño Latinoamericano en 2019 (El Otoño Latinoamericano, https://www.hglc.org.mx/blog/2019/10/26/el-otono-latinoamericano/), la derecha entreguista ha traído el frio invierno a nuestra región, aunque de repente se olvidan que, como dijo Pablo Neruda: “podrán cortar todas las flores, pero no impedirán que llegue la Primavera”.

Así pues, es importante estar alertas ante el embate de la derecha, del Cóndor, en todos y cada uno de nuestros países, y evitar que nos arrebaten la esperanza. Que no puedan quitarnos por la fuerza lo que no son capaces de ganar en las urnas.

Para esto, siempre será fundamental recordar las palabras de Salvador Allende: “la Historia es nuestra, y la hacen los Pueblos”.

El triunfo de la reacción es moralmente imposible.

La reconquista española, o el Bicentenario fallido

Hola.

Estuve preparando ésta entrada. Originalmente, iba a titularle “¡Pinche Bicentenario!”, pero iba a haber más de unoque se iba a ofender. Por eso opté por ponerle un título moderado, sin dejar de pensar que éste Bicentenario es pinche.

¿Y porqué pinche Bicentenario? Porque no existe absolutamente nada qué celebrar. Muertos, desapariciones, decapitados, violencia, balaceras, inseguridad, un cúmulo de cosas que a mí, en lo particular, me entristecen. Sin embargo, ha sido montada toda una campaña mercadológica para distraer ésto. Y en esa campaña mercadológica, se ha mercantilizado a la Patria. Ya no se conmemora la búsqueda de un ideal, ya no se reflexiona sobre el papel que México ha tenido en los últimos dos sigloshacia dentro y hacia afuera.

El mercado ahora domina nuestros festejos: el partido del Bicentenario, la Miss Universo del Bicentenario, la telenovela del Bicentenario, el Shalalalala de la canción horrenda del Bicentenario, la ridiculización de los Héroes de la Patria en una película tipo Disney del Bicentenario, la parafernalia tipo show del Bicentenario, souvenires, tonos de celular, y un sinfín de cosas más que podría enumerar, y que no terminaría. Ahora, la Patria es un producto sujeto a la Ley de la Oferta y la Demanda: todo mundo puede comprar y vender algo de Patria, cuando ésta es intangible, intransferible, inmutable…

Y también muestra, por otra parte, la ineficacia del gobierno espurio: nu hubo ni un sólo monumento, uno sólo, terminado. Y lo que se hizo es como para dar pena. Porfirio Díaz, con todo lo que le podemos condenar, achacar y juzgar, pero tuvo dos monumentos magistrales el día del Centenario: el Ángel de la Independencia, y el Reloj Monumental de Pachuca. Pero un siglo después, nada que demuestre la grandeza de nuestro pueblo, y nada terminado de lo mediocremente hecho: el Viaducto Bicentenario todavía tiene grúas encima, la línea 12 del Metro (la línea del Bicentenario) sin concluir, la torre del Bicentenario, sin concluir… Todo ha sido un reverendo fracaso.

 Estamos ante los festejos de un Bicentenario fallido del estado espurio fallido mexicano. Sin embargo, existe una gran carga de hipocresía con respecto a ésta conmemoración, pues por una parte se festeja con cuestiones superfluas y superficiales, y por la otra se continúa entregando el país a la gente de la oligarquía y a las naciones extranjeras.

Y curiosa y contradictoriamente, existe una oscura tendencia a entregar el país, precisamente, a aquellos de quienes nos “independizamos” el 27 de septiembre de 1821: los españoles (o bueno, por lo menos eso dice el Acta de Independencia). En éste sentido, actualmente se está dando una reconquista matizada y amañada (aquí, cabe destacar que no ha sido el único intento registrado en la Historia de nuestro país), y daremos las razones y motivos que nos hacen pensar ésto.

Los primeros indicios que tuvo España de México se remontan hacia 1517, cuando Francisco Hernández de Córdoba bordeó la costa del Golfo de México. Un año después, Juan de Grijalva exploró las costas mexicanas, desembarcó en el Río Grijalva (por eso lleva su nombre) y exploró hasta el Río Alvarado. Tras regresar a Cuba y contar su experiencia, el Gobernador de Cuba, Diego Velázquez, le encomendó la tarea de explorar dichas tierras a Hernán Cortés.

Así, Cortés se dirigió a las tierras mexicanas, donde fundó el primer Ayuntamiento de América latina, la Villa Rica de la Vera Cruz. Ahí comenzó, en realidad, la conquista de México. Mediante un plan donde combinaba la conversión al Catolicismo y la muerte, Cortés se fue haciendo de conquistas y aliados, éstos últimos impusados: por el miedo, o por el odio hacia la nación dominante, Mexihco-Tenochtitlan (como Tlaxcala).

Cortés llega finalmente a Tenochtitlan y, mediante la confusión generada por la porfecía del regreso de Quetzalcóatl, logra ocupar sin problemas un lugar privilegiado en las decisiones junto al Tlatoani, Moctezuma Xocoyotzin. Sin embargo, una tontería por parte de Pedro de Alvarado, al ejecutar la matanza del templo de Axayacatl, produjo que la gente de Tenochtitlan (ya inconforme de por sí) se volcara en contra de los españoles. Cortés amagó secuestrando al Tlatoani, y al no dispersar a la multitud, asesinó a Moctezuma atravesándole una espada desde los testículos hacia arriba. Una muerte cruenta y dolorosa. Así, la gente de Tenochtitlan, lidereados por Cuitláhuac, persiguió y capturó a varios soldados y caballos españoles (y mató a otro tanto), a los cuales sacrificaron y formaron parte de su colección en el Xompantli del Templo Mayor.

Cortés huye hacia el norte, en dirección a Cuauhtitlan, bordea la Sierra de Guadalupe, y llega nuevamente a Tlaxcala, donde se recompone, y desde donde planea y dirige el asalto a Méxihco-Tenochtitlan, la cual cae tras 3 meses de asedio (y donde matan, literalmente, de hambre y sed a la Ciudad) el 13 de agosto de 1521.

Ese momento histórico es precisamente el comienzo de una larga maldición sobre los mexicanos. Primero, soportando 300 años de dominación y sometimiento español, el cual no sólo le limitó a lo político, administrativo y territorial, sino que además tomó matices culturales como la imposición de una religión extraña y ajena, el intento de desaparecer la mexicaneidad y todas las cuestiones que colleva: culinaria, tradiciones, fiestas, etc. Sublevaciones hubo muchas y muy diversas. Indígenas asesinados, también. Más del 90% de la población originaria fue exterminada por los españoles.

Sin embargo, encontraron una forma que fue muy efectiva para dominar a los pobladores mexicanos: mimetizaron una diosa indígena (la diosa Tonantzin) con una virgen católica, y crearon el mito de la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, éste mismo símbolo fue utilizado por Miguel Hidalgo contra sus creadores, los españoles, para aglutinar a la gente en torno a su causa (la cual no era hacer de México un país independiente, sino la restauración del trono a Fernando VII, usurpado por Pepe Botella, el hermano de Napoleón, quien tomó el poder en España tras la invasión napoleónica en 1808).

La lucha de Independencia fue cruenta. Y realmente adopta el matiz independentista hasta el movimiento de Morelos, con su declaración en los Sentimientos de la Nación. Y más allá de las luchas que se dieron, aquí es donde realmente comienzan las dos visiones de Nación que subsisten hasta la actualidad: la independencia en todos los sentidos, y la sumisión en todos los sentidos. A éso se reducen ésas dos visiones.

Guerrero e Iturbide, efectivamente pactaron para que el Virrey firmara el acta de independencia, pero en la realidad el Virrey, su séquito y su corte mantuvieron sus mismos privilegios, y fueron quienes impulsaron a Agustín de Iturbide como I Emperador de México, brincándose el acuerdo de que el Congreso discutiera, en primera instancia, si seríamos una república o una monarquía, y en segunda instancia, si fuera república, centralista o federalista.

Obviamente, los insurgentes (con quienes Guerrero simpatizaba) querían una república, mientras que los realistas querían una monarquía. Sin embargo, éstos se dividieron en dos facciones: los iturbidistas (quienes apoyaban para que Iturbide fuera monarca) y los borbonistas, que proponían traer un rey extranjero, en particular Borbón. Ganaron los insurgentes el debate, y entonces los realistas apoyaban que fuera una república centralista, es decir, que hubiera un gobierno central, y regiones administrativas nombrados por el titular del ejecutivo, mientras que los insurgentes querían una república federalista, es decir, soberanías para los estados. Los Insurgentes, de nueva cuenta, ganaron el debate.

Sin embargo, el grupo realista, que después se unirían al Partido Conservador, siempre fueron y han sido entreguistas. Piensan que los mexicanos somos imbéciles, y por tanto hay que traer recetas del extranjero. Éstos son los tatarabuelos de los panistas, que siguen con su misma doctrina.

Los Conservadores fueron quienes propusieron que tantas veces regresara al poder Antonio López de Santa Anna; fueron quienes combatieron junto a la Iglesia Católica contra la Ley Lerdo en la Guerra de Reforma; fueron quienes trajeron a Maximiliano de Habsburgo, y balcanizaron al país; fueron quienes se aliaron a Porfirio Díaz y mantuvieron éste país en la opresión, el hambre y la miseria, mientras unos cuantos se beneficiaban de sus políticas (las empresas extranjeras de petróleo, minas y trenes, los hacendados-latifundistas, etc.); fueron quienes se levantaron en el Bajío en contra de los Revolucionarios; fueron quienes participaron en la Decena Trágica en contra de Madero (el bisabuelo de Santiago Creel ahi andaba); fueron quienes no querían que se aprobaran las grandes reformas sociales plasmadas en la Constitución del 17; fueron quienes se levantaron en contra del Gobierno Revolucionario y se aliaron (otra vez) a la Iglesia en la Guerra Cristera; fueron quienes se opusieron a las reformas cardenistas y quienes fundaron el Partido Acción Nacional (PAN); fueron quienes aplaudieron las políticas entreguistas de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdéz; y fueron quienes se hicieron tecnócratas, y siendo gobierno con el PRI-AN, vendieron las empresas del Estado y los recursos naturales beneficiando, principalmente, a un sector que a la postre se ha convertido en una oligarquía nacional y a las empresas trasnacionales, principalemente estadounidenses, canadienses y españolas.

España no es para nada lo maravilloso que dicen, y al contrario, es de lo más nocivo para México tanto como lo es Estados Unidos. Los españoles, muy socialistas hacia dentro, y muy imperialistas hacia afuera. Nuestra gran complicación con Estados Unidos es que lo tenemos de vecino. Sin embargo, la influencia nefasta es igual de uno u otro. Regresemos a nuestro tema.

La reconquista, en particular española, no podría ser posible si no fuera por la complacencia del Estado Mexicano. La concesión que Vicente Fox le dió a los españoles (en particular, a Repsol) para explotar y extraer el gas natural de la Cuenca de Burgos, que representan 50,000 kilómetros cuadrados, en los Estados de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, sin que eso beneficie en nada al país.

O también la concesión del Tren Suburbano, en el Área Metropolitana de la Ciudad de México, a la empresa española CAF (Construcciones y Auxiliares de Ferrocarriles) por un periodo de 30 años, entregando lo que eso implica: vías, la estación histórica del ferrocarril de Buenavista, cuando pudo haberse creado una empresa del Estado que administrara dicho ferrocarril, y con un costo en el pasaje subsidiado (14 pesos por un viaje es una mentada de madre). Y decidieron dársela, pese a las constantes quejas en España sobre el desempeño de ésta empresa, sin contar los choques y descarrilamientos que ha tenido ésta empresa en su país nativo. Incluso, pese a haber tenido un choque ya en México, el Gobierno Federal y el Gobierno del Estado de México le concesionó, nuevamente, el Sistema 2 (que irá de Martín Carrera a Jardines de Morelos) y el 3 (que irá de La Paz a Chalco), sin modificar el tiempode la concesión: 30 años.

En éste entregar recursos se ha entregado las vías de comunicación. Basta mencionar el trato preferencial que ha tenido el gobierno espurio de Calderón y el Gobierno del Estado de México encabezado por Enrique Peña Nieto hacia la empresa OHL, empresa española que actualmente tiene concesionados el Circuiro Mexiquense (que rodea gran parte del Estado de México), el Viaducto Bicentenario (2º Piso de Periférico del lado del Estado de México, Toreo a Perinorte), o las consesiones que racientemente acaba de adjudicar Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, a la misma empresa (una por la vía de la licitación, y la otra por adjudicación directa) para la construcción del 2º Piso del Periférico del lado del Distrito Federal (San Antonio-Toreo) y de la mal llamada Supervía Sur-Poniente (en Magdalena Contreras), ambas vías que serán de cuota durante 30 años.

Así mismo, encontramos empresas españolas que participan en la generación de electricidad que luego le venden a CFE, lo cual, además, representa un acto de inconstitucionalidad. Y qué decir de las empresas trasnacionales norteamericanas que nos invaden como plaga. O de las canadienses que tienen en su mano la minería. O los coreanos y japoneses, que son casi dueños de Tepito.

Todos éstos elementos no hacen más que hacer ver lo evidente: que el Bicentenario y sus festejos es una simulación, una farsa. Lo peor es que existe gente que se lo cree.

De acuerdo a la concepción de Federico Reyes Heroles padre, quien sostenía que “no puede existir independencia política sin independencia económica”, estamos muy lejos de poder celebrar un Bicentenario de la Independencia puesto que, ahora más que nunca, estamos sometidos a los intereses extranjeros. Tal vez ya sin ejércitos extranjeros; tal vez sin un funcionario público visible extranjero, como era el virrey; pero seguimos sujetos a las decisiones del extranjero y, lo más importante, sigue existiendo la misma opresión y pobreza que existían hace 200 años. O quizá no. Ahora hay más, porque tenemos a 80 millones de pobres en México, que representan cerca del 80% de la población.

Es tiempo de reflexionar y actuar. No podemos seguir así siempre. Dicen que no hay mal que dure 100 años, pero nosotros ya llevamos 500 años así.

Y me voy citando a mi teórico favorito, el brillante Karl Marx, quien decía que “aquel que no conoce la Historia, está condenado a repetirla“. No nos equivoquemos una vez más, y generemos el cambio para la Nación que nos merecemos.

Saludos. Dejen comentarios.