El regreso del Cóndor

Hola.

Los procesos de independencia de los diferentes países de América Latina que comenzaron hace dos siglos, en un principio no fueron iniciados como una forma de independizarse del yugo español. Hidalgo, San Martín, Miranda, no preveían la formación de Estados Nacionales, tal y como lo vemos hoy, sino únicamente luchaban por el reconocimiento de los derechos que, como criollos (descendientes de españoles nacidos en América Latina) no tenían. Dicho en palabras de Marx, luchaban por sus propios intereses de clase.

Fue gracias al surgimiento de figuras como Morelos, en México, o Bolívar, en Sudamérica, que la lucha se tornó independentista, y para librarse dela opresión colonizadora. Y lo consiguieron: se quitaron el yugo español, pero continuaron las prácticas coloniales, ahora en manos de los criollos.

Eso permitió la apropiación y concentración de la tierra en pocas familias, que eran propietarias de una gran cantidad de hectáreas, mientras que el Pueblo, los indígenas, lo menos favorecidos continuaron en el esquema de explotación y sumisión ante la nueva oligarquía.

Esa nueva oligarquía se fue transformando: algunos continuaron en el sector agropecuario, otros fueron inclinándose hacia el sector industrial (siempre a la sombra de las trasnacionales estadounidenses o extranjeras), y después de mediados del siglo pasado, algunos evolucionaron hacia el sector servicios.

Sin embargo, esta transición a un Capitalismo incipiente en América Latina (y reitero: Capitalismo incipiente, porque ni la industria ni los servicios se han desarrollado como en las grandes potencias y, por la otra, América Latina sigue siendo proveedor de materias primas hacia los grandes países industrializados, cumpliendo el mismo rol de África en la economía global) conllevó a otro problema: el acaparamiento del poder político por parte de las mismas familias que primero acapararon el poder económico, creando a esa nueva oligarquía que mencioné anteriormente.

Así, la oligarquía creó farsas democráticas, es decir, un sistema político con elecciones donde participa el Pueblo, pero donde las diferentes opciones están conformadas por personajes de la misma oligarquía, de tal forma que no importando la opción que se elija, el rumbo y destino de la Nación siempre será el mismo, pues al final, convergen y coinciden en los mismos intereses de clase.

Eso permitió que, por citar el caso mexicano, existieran figuras como Porfirio Díaz, que gracias a esa oligarquía permaneció en el poder más de 30 años, o que tras la traición a la Revolución Mexicana y la derechización del Partido Oficial durante los sexenios de Ávila Camacho y Miguel Alemán, comenzaran las alianzas y concesiones con la clase que la misma Revolución combatió, que tras la imposición del neoliberalismo en 1985, acapararon el poder político y económico como nunca antes.

Sin embargo, como cualquier sistema político, las farsas democráticas tienen huecos que han permitido que, mediante años de lucha y emancipación, se hayan logrado filtrar (y ganar) candidatos que responden a las necesidades del Pueblo, y que en muy poco tiempo, han tenido que desarticular los sistemas políticos impuestos en los diferentes países de América Latina por parte de las oligarquías, para crear nuevos que no estén atados a las viejas inercias del pasado.

Así, a lo largo del Siglo XXI, han habido dos grandes olas de gobiernos progresistas en América Latina: la primera, de 1999 a 2012 aproximadamente, en las que figuras como Hugo Chávez, Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, y Néstor Kirchner llegaron a la Presidencia, y comenzaron a hacer grandes reformas que permitieron reconfigurar el sistema.

Sin embargo, bien dice Rafael Correa, que en América Latina, ganar la Presidencia no garantiza ganar el poder político, y así fue. Varias veces, en este espacio, he mencionado los eventos que tuvieron que enfrentar estos gobiernos progresistas contra una derecha que no quedó contenta en perder el poder político, y que gracias a sus alianzas con gobiernos extranjeros como el estadounidense, generaron acciones de desestabilización, que nunca prosperaron más allá de lo anecdótico.

Es más o menos en este contexto que se da el fraude electoral de 2006 contra López Obrador. En ese sentido, podríamos asegurar que este fraude conllevó intereses geoestratégicos, sobre todo de Estados Unidos.

Tras la primera ola de gobiernos progresistas, vino la reacción de la reacción. La derecha comenzó a infiltrar a los partidos de Izquierda, y llevaron a cabo dos estrategias: ganar las elecciones con candidatos de derecha disfrazados de Izquierda, como el caso de Lenin Moreno en Ecuador en 2017; o crear golpes parlamentarios, como en Brasil con Michel Temer contra Dilma Rousseff en 2014.

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 revitalizó a las fuerzas progresistas en América Latina, y sentó las bases para la segunda ola. Alberto Fernández, Lucho Arce, Lula Da Silva en su segundo período, Pedro Castillo, Gustavo Petro, y Gabriel Boric (con todo y las reservas para este caso, dado sus actitudes contra los régimenes cubano y venezolano) han logrado que casi todo el continente, como nunca antes, existan gobiernos de Izquierda.

Sin embargo, no todo puede ser miel sobre hojuelas. El Imperialismo yanqui, con sus cómplices de la derecha latinoamericana, han generado las condiciones para un embate en contra de estos gobiernos, en la búsqueda de recuperar el poder político que les fue arrebatado en las urnas. El triunfo de Lucho Arce en Bolivia fue antecedido por un golpe de Estado contra Evo Morales encabezado por la dictadora Jeanine Añez en 2019. El triunfo de Gustavo Petro se dio pese a la conjunción y conspiración de todas las fuerzas políticas y mediáticas de derecha. Gabriel Boric se enfrentó al rechazo de la nueva Constitución que el nuevo gobierno propuso en Chile, mostrando que el Pinochetismo se niega a morir. Y recién, Cristina Fernández de Kirchner, actual vicepresidente de Argentina, acaba de sufrir un impeachment disfrazado.

En México, Andrés Manuel López Obrador ha tenido que sortear con intentos pírricos de organización por parte de la derecha, a los cuales ha frenado gracias a su capacidad de movilización popular, a la mayoría que tiene en el Congreso y gracias a la cual puede seguir impulsando proyectos de gobierno, y a la capacidad de comunicación que tiene con la población en general.

Sin embargo, la derecha ha logrado aglutinarse para impedir reformas estructurales del Presidente, como la Reforma Eléctrica (defendiendo los intereses de las empresas trasnacionales), o bien con la Reforma Electoral, que si bien es cierto, fue aprobada con la modificación de todas las leyes secundarias en la materia, no pudo realizarse el gran cambio constitucional que requería el sistema electoral para ser reformado en su totalidad.

Sin embargo, nada se acerca a la canallada que le hicieron a Pedro Castillo, maestro rural que ganó las elecciones en Perú el año pasado. Desde el principio de su gobierno, Pedro Castillo no fue bien recibido por la oligarquía peruana, la cual comenzó un clima de hostigamiento y persecución en contra del Presidente.

Recientemente, Castillo sufrió un golpe de Estado en su contra, gracias a la alianza de su vicepresidente (infiltrada, como el caso de Temer en Brasil, o de Lenin en Ecuador) con la oligarquía, el fujimorismo, la derecha parlamentaria y el ejército, sin tener ni un solo cargo en su contra, detenido por su propia guardia personal, e incomunicado ilegalmente. La situación política en Perú ha sacado a la población a las calles, defendiendo a su Presidente, y el gobierno de facto ha sacado a la policía y al ejército para reprimir al Pueblo.

No sabemos qué vaya a pasar ante el complicado escenario que se vive en Perú, pero lo cierto es el Cóndor ha regresado, y está más vivo que nunca. El mismo Cóndor, por cierto, que nació de la Escuela de las Américas que Estados Unidos, por medio de la CIA, implementó en Panamá tras la Segunda Guerra Mundial para contrarrestar los movimientos marxistas y de Izquierda en América Latina, y que después se institucionalizó como Plan Cóndor por parte de las dictaduras militares de los 70’s y 80’s en Sudamérica.

Hasta ahora, el Cóndor había cambiado de estrategia, y se había limitado a crear golpes blandos, e impeachments parlamentarios. Pero en los últimos 3 años, ya tiene dos golpes de Estado en su historial: el de Bolivia de 2019, y este reciente, de Perú, en 2022.

Dice Joaquín Sabina, que el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno, y ante la aparición del Otoño Latinoamericano en 2019 (El Otoño Latinoamericano, https://www.hglc.org.mx/blog/2019/10/26/el-otono-latinoamericano/), la derecha entreguista ha traído el frio invierno a nuestra región, aunque de repente se olvidan que, como dijo Pablo Neruda: “podrán cortar todas las flores, pero no impedirán que llegue la Primavera”.

Así pues, es importante estar alertas ante el embate de la derecha, del Cóndor, en todos y cada uno de nuestros países, y evitar que nos arrebaten la esperanza. Que no puedan quitarnos por la fuerza lo que no son capaces de ganar en las urnas.

Para esto, siempre será fundamental recordar las palabras de Salvador Allende: “la Historia es nuestra, y la hacen los Pueblos”.

El triunfo de la reacción es moralmente imposible.

Mexicanos golpistas contra la Transformación

Hola.

El viernes pasado, durante su conferencia de prensa mañanera, nuestro Presidente Andrés Manuel López Obrador informó sobre distintas ONG’s mexicanas, algunas de ellas políticas, que reciben financiamiento de parte de la Embajada de USA en México para realizar algunas de sus actividades en nuestro país. Una de ellas, es Mexicanos contra la Corrupción, de Claudio X. González.

Ya el año pasado, el Presidente López Obrador había señalado a diversas organizaciones que promovían amparos contra las obras del Tren Maya, entre ellas también aparecía Mexicanos contra la Corrupción (El peligroso fantasma golpista. Agosto 30, 2020. https://www.hglc.org.mx/blog/2020/08/30/el-peligroso-fantasma-golpista/), que recibió 90,000 USD de parte de la National Endowment for Democracy (NED), organización financiada por la CIA, dependiente del Departamento de Estado de Estados Unidos, de 2018 a 2020.

De acuerdo a lo presentado en la conferencia de prensa del pasado viernes 7 de abril, Mexicanos contra la Corrupción habría recibido 41 millones de pesos de 2018 a 2020 únicamente de la Embajada de USA en México, sin considerar a otras organizaciones que también destacan en la lista, como Pronatura México, con 52.8 mdp, Artículo 19, con 29.3 mdp, México Unido contra la Delincuencia, con 1.9 mdp, y Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, quien recibe el mayor financiamiento, con 63 mdp. En total, entre 18 organizaciones y algunas otras no enunciadas en el documento presentado que reciben donativos menores a $500,000, reciben en total 354.2 millones de pesos de la Embajada estadounidense en nuestro país.

¿Porqué es tan importante y alarmante que la Embajada de USA financie grupos u organizaciones políticas disfrazadas de ONG’s en nuestro país? Porque durante la década de los 70’s y 80’s, Estados Unidos, desde sus embajadas, realizó diversos golpes de Estado en América Latina por medio de dos de sus estructuras creadas para tal fin: la CIA, y la Escuela de las Américas, asentada entonces en Panamá, y por medio de la cual operó el Plan Cóndor con el fin de acabar con la “amenaza comunista”, y derrocar gobiernos progresistas financiando los principales y más sangrientos golpes de Estado en América Latina a lo largo de la Historia, y en particular desde el Siglo XX hasta nuestro siglo.

Bien lo dijo Evo Morales en 2010, cuando recibió el título Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Juan y de la Universidad Nacional de Cuyo, de Mendoza, durante la 39º Cumbre del Mercosur: “Estados Unidos, mediante la embajada, impone condiciones, chantaje. Sólo no hay golpe en Estados Unidos porque ahí no hay embajador de Estados Unidos”. Frase que se volvió premonitoria a lo que sufriría 9 años después en Bolivia, pues el golpe de Estado en su contra, vino precisamente de la embajada estadounidense en su país.

No es el único caso. La embajada estadounidense apoyó política, financiera y, en algunos casos, militarmente, en los siguientes procesos políticos y sociales:

  • En 1973, apoyó el golpe de Estado del general, y posteriormente dictador Augusto Pinochet contra el gobierno socialista de Salvador Allende, en Chile;
  • En 2002, el golpe de Estado contra Hugo Chávez, en Venezuela;
  • En 2010, el golpe de Estado contra Rafael Correa, en Ecuador, y contra Manuel Zelaya, en Honduras;
  • En 2012, el golpe de Estado contra Fernando Lugo, en Paraguay;
  • En 2016, el golpe de Estado legislativo (impeachment) contra Dilma Rousseff, en Brasil;
  • En 2019, el golpe de Estado contra Evo Morales, en Bolivia.

Así mismo, a lo largo del Siglo XX y lo que llevamos del XXI, Estados Unidos, por medio de sus embajadas y la CIA, operó y financió guerrillas en Centroamérica y movimientos desestabilizadores, como las Guarimbas en Venezuela, con el fin de rehacerse el control geopolítico en la región, y mantener el poder en países estratégicos, como Colombia, Perú y Chile.

Cabe señalar que, para que pueda llevarse a cabo un golpe de Estado, deben crearse algunas condiciones previas, pues un gobierno con un gran respaldo popular no podría ser derrocado sin resistencia, no podría alterarse el orden establecido sin generar tales condiciones. Y hay dos factores aquí importantes que deben ser considerados: acontecimientos subversivos de gran impacto que generen un gran sentimiento antipopular contra el gobierno en turno, y los medios de comunicación convencionales, en manos de la oligarquía, la derecha, y los empresarios, los cuales son los encargados de generar la propaganda antigubernamental.

Señalaré un ejemplo: durante el gobierno de Salvador Allende, de 1970 a 1973, desde el primer año de gobierno, comenzó a haber huelgas y movimientos sociales que nunca antes se habían inconformado con los gobiernos de derecha que había gobernado el país, en particular después de la nacionalización del cobre. Así mismo, la CIA había financiado a los opositores de Salvador Allende en todas las elecciones en las que se presentó, con tal de que no ganara, y una vez que ganó, financió medios de comunicación opositores como El Mercurio, donde todos los días publicaban notas propagandísticas contra el gobierno, con el fin de generar animadversión entre la población.

En Venezuela, mientras la embajada estadounidense y la CIA financiaron en varias ocasiones a la oposición (que en ocasiones se han convertido en guerrillas paramilitares, como en el caso de las Guarimbas), por el otro lado, medios como Globovisión y Radio Caracas Televisión (RCTV) generaron propaganda antigubernamental y, en su momento, apoyaron abiertamente el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.

En México, desde el primer día de la Cuarta Transformación, los medios de comunicación convencionales (el 99% en manos de la oligarquía y la derecha política, social y empresarial) se han volcado contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Medios como Reforma, El Universal, El Financiero, LatinUS, Imagen Televisión, entre otros, y comunicólogos como Carlos Loret de Mola, Victor Trujillo “Brozo”, Ciro Gómez Leyva, y Joaquín López Dóriga, entre otros, manejan una línea editorial franca y abierta de confrontación (disfrazada de “cuestionamientos”) contra el actual gobierno, cuando en gobiernos anteriores nunca habían cuestionado a los Presidentes en turno ni con el pétalo de una rosa.

Incluso, eran propagandistas confesos y apoyaban, ensalzaban y respaldaban al gobierno en turno y sus políticas impopulares. Tan solo, cabe recordar el gran aparato propagandístico en que se convirtieron estos “periodistas” y medios de comunicación para la aprobación de las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto, y cómo convencieron a una parte de la población con sofismas y mentiras a favor de la Reforma Energética, que privatizó la industria petrolera.

Así, con base en tergiversaciones, exageraciones, y en otras, abiertamente con mentiras, han buscado posicionar un discurso en contra del gobierno de López Obrador, con el fin de buscar apoyo hacia la muy mediocre oposición. Ejemplo de esto, son las cifras de fallecidos por la pandemia de Covid-19 que maneja Ciro Gómez Leyva, las cuales “infla” noche con noche en su noticiero, al aumentar “33,000 muertos reconocidos por el INEGI”? (sic), mintiendo a la población sobre la cantidad de fallecidos reales por la pandemia.

Otro ejemplo son las notas que día con día publican los medios antes señalados por el Presidente. A partir de una parte de una frase dicha por López Obrador en sus conferencias mañaneras, tergiversan su contenido, dando un sentido distinto a lo dicho por el Presidente, y en algunas ocasiones, dando incluso un significado inverso al que quiso comunicar el mandatario.

Y en sucesos infortuitos, como el sucedido en la Línea 12 del Metro del pasado 3 de mayo, los medios de comunicación se dedicaron a generar, a partir de una terrible tragedia, un linchamiento mediático, bombardeando cada minuto las últimas 24 horas, para exacerbar sentimientos y pasiones humanas, y lucrar políticamente con el dolor y la muerte.

Por lo anterior, el financiamiento que recibe Mexicanos contra la Corrupción por parte de la Embajada de USA en México no es cualquier cosa que deba tomarse a la ligera, pues, por una parte, existe el precedente, a lo largo de la Historia, de financiamiento abierto y oculto hacia grupos subversivos y antigubernamentales en países progresistas en América Latina, en una acción clara de injerencismo y, por otra parte, porque Claudio X. González, de quien es dicha organización, fue el principal promotor, aglutinador, operador político y mecenas de los partidos opositores al Gobierno de López Obrador, que conformaron una coalición electoral con el fin de ganar el Poder Legislativo en las elecciones de junio próximo contra el partido oficialista.

La única forma en la cual el gobierno de Andrés Manuel López Obrador puede resistir los embates en su contra, es con un gran respaldo popular, el cual únicamente puede surgir de una organización disciplinada por parte del Pueblo. Por eso es indispensable organizarse, informarse, estar alertas ante los “Mexicanos golpistas contra la Transformación”, pues como dice el propio López Obrador: “con el Pueblo todo, sin el Pueblo, nada”, además de que “solo el Pueblo puede salvar al Pueblo, y solo el Pueblo organizado puede salvar a la Nación”.

Ante esto, solo queda recordar lo que decía Benito Juárez: “el Pueblo que quiera ser libre, lo será”.

Saludos. Dejen comentarios

El Otoño Latinoamericano

Hola.

Hacia los primeros meses de 2011, en Medio Oriente se presentaron manifestaciones y conflictos armados inducidos en distintos países árabes que tenían, como objetivo principal, el derrocamiento de diferentes gobiernos.

Pero no de cualquier gobierno: solamente fueron desestabilizados países que no estaban bajo el predominio estadounidense. Así, del derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto en febrero de 2010, pasamos a la invasión franco-británico-estadounidense a Libia en 2011, y a la guerra civil provocada en Siria que aún continúa por los intereses gringos, principalmente de petróleo y gas natural. Así, este fenómeno político-social-militar fue denominado Primavera Árabe.

Sin embargo, actualmente en América Latina estamos teniendo un fenómeno distinto, que bien podríamos denominar como el Otoño Latinoamericano. Si bien es cierto que la terminología que estoy utilizando es únicamente para denominar una serie de movimientos que se están dando en América Latina actualmente utilizando el paralelismo que existe con lo que pasó en Medio Oriente hace 8 años, lo cierto es que es diametralmente opuesto el fenómeno que estamos apreciando actualmente.

A diferencia de la Primavera Árabe, los movimientos sociales y ciudadanos de los que hoy estamos siendo testigo no son inducidos por parte de Estados Unidos o su organismo creado para infiltrar y desestabilizar gobiernos, la CIA, el Otoño Latinoamericano surge a partir de la necesidad de los propios pueblos latinoamericanos por frenar el injerencismo político y económico que durante años han tenido, donde la imposición del neoliberalismo como política económica cuasi doctrina sectario-religiosa ha sido ley en todos y cada uno de los países de nuestro continente.

Si bien aún no podemos establecer ciertos eventos como precedente con la firmeza que quisiéramos, dado que el espacio histórico de análisis es aún corto, reciente y en desarrollo, recordemos que en términos sociales e históricos todo es un proceso: nada surge de la generación espontánea, y lo cierto es que el primer antecedente directo que tenemos de este despertar antineoliberal en los países de América Latina, es la elección de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México.

De acuerdo al propio análisis que han hecho diferentes académicos y columnistas, existía un cansancio y un agotamiento popular en México tras 36 años de neoliberalismo. Esa es la principal razón por la que López Obrador gana la elección presidencial con más del 53% de los sufragios. Y no solo eso: la aplicación de la denominada Economía Moral, definida así por el propio Andrés Manuel, y que está en proceso de consolidación, le ha mantenido una creciente popularidad que al día de hoy es superior al 70%. Es decir, 7 de cada 10 mexicanos respaldan las políticas implementadas por el Presidente.

En Ecuador, aunque ya era creciente el descontento del Presidente Lenin Moreno por la traición a la Revolución Ciudadana (movimiento por el cual llegó al poder) y su entrega al poder de los organismos internacionales con la reimplementación del neoliberalismo en aquella nación, la crisis política de principios de octubre fue desatada por la publicación del decreto 883, que establecía el aumento de la gasolina y el diésel, y el aumento al IVA al 12%. Tras una semana y media de movilizaciones, el pueblo ecuatoriano logró que el gobierno de Moreno echara atrás el decreto antes mencionado.

En Chile, sucedió lo mismo. Tras la publicación del decreto que aumentaba por quinta vez el precio del metro en menos de un año, estudiantes salieron a protestar y a brincarse los torniquetes. El derechista gobierno chileno, fiel a su tradición pinochetista, en vez de permitir el libre ejercicio de la libertad de expresión y garantizar la protesta, la reprimió.

¿En qué cabeza cabe enviar a carabineros a reprimir al pueblo indignado por el alza del pasaje y por el cinismo del Ministro de Economía de decir que “si se levantaban más temprano podrían gozar de una tarifa preferencial”? Si, en la dictatorial cabeza de Piñera.

Lejos de contener los ánimos, la represión ocasionó que el Pueblo chileno se volcara a las calles, y entre más crecía la represión, más se incendiaban los ánimos populares, y más gente salió a las calles. El descontento fue tal, que la población salió de forma masiva a protestar a las calles como nunca (ni durante el movimiento estudiantil de 2010 se vio algo así), y en un acontecimiento inusitado, el 25 de octubre de 2019, más de un millón de chilenos (algunos medios publicaron que fueron al menos 2 millones) salieron a las calles a protestar, y a exigir la renuncia de Sebastián Piñera de la Presidencia de la República, convirtiéndose en la mayor marcha que dicho país tenga memoria, únicamente comparable con la que hubo cuando Pinochet abandonó el poder en 1990.

Aún continúa el movimiento chileno. Y aunque el Presidente ya pidió la renuncia de todos sus ministros, quieren a Piñera fuera de la Presidencia de la República.

Y si ves al vecino sus barbas cortar, pon las tuyas a remojar. El día de mañana habrá elecciones en Argentina, donde la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández podría arrebatarle la Presidencia de la República a Mauricio Macri, otro neoliberal a sueldo. Evo Morales logró su cuarta reelección en Bolivia, por lo que la Izquierda continuará gobernando en dicho país por algunos años más. Y han comenzado a generarse algunas protestas en otros países neoliberales latinoamericanos como Perú y Colombia, donde una torpeza del gobernante puede ocasionar una respuesta similar a lo que hemos apreciado en Ecuador y Chile.

Sin embargo, la resistencia no implica sólo implica oponerse a gobiernos neoliberales, sino además librar las batallas contra el intervencionismo estadounidense y los intentos de derrocamiento de los gobiernos progresistas, como los de Venezuela y Cuba.

Así, aunque aún es temprano para hablar del Otoño Latinoamericano, lo cierto es que la multiplicación de los movimientos sociales antineoliberales en América Latina está ahí, latente. Y es muy probable que estemos en la antesala de una segunda oleada de gobiernos progresistas en Latinoamérica.

Claro que, a diferencia de la primera década del Siglo XXI, ya existe un gobierno progresista en México, que ha defendido el derecho de autodeterminación de los pueblos en los organismos internacionales, los principios de no intervención, que ha defendido la soberanía frente a Trump dentro de lo posible, y que puede encabezar la unidad latinoamericana como tenía años que no lo hacía.

Así, el otoño de 2019 no sólo comenzó con la caída de hojas, sino con la caída de políticas neoliberales ante el cansancio y hastío que han tenido los pueblos latinoamericanos de estas políticas, y es probable que estemos vislumbrando el principio del fin del modelo neoliberal en América Latina, que podría ser el legado del Otoño Latinoamericano.

Saludos. Dejen comentarios.

El complot

Hola.

En 2002 en Venezuela, donde un grupo de la oligarquía venezolana conformado por FEDECÁMARAS, Empresas Polar, Radio Caracas Televisión (RCTV), Venevisión, Globovisión, y funcionarios de las embajadas de USA y España en dicho país, impulsaron un gran golpe de Estado en contra del presidente Hugo Chávez, acompañado de una gran manipulación mediática internacional encabezada por CNN, y replicada por distintos medios de comunicación afines a lo largo y ancho del mundo. El golpe fracasó, pero no así la intencionalidad.

Después de esto, Hugo Chávez se enfocó en profundizar el Socialismo del Siglo XXI, obteniendo un gran apoyo y respaldo popular (que ya tenía cuando fue conspirado el golpe de Estado), y que le permitió reelegirse como presidente en 2007 y 2013, marcando un gran precedente de respaldo a la Revolución Bolivariana. En 2013, víctima de un cáncer muy agresivo, Hugo Chávez falleció, no sin antes indicar que su sucesor debía ser Nicolás Maduro, entonces vicepresidente de Venezuela. Con todo el respaldo del PSUV, Maduro ganó la elección presidencial por un estrecho margen. Henrique Capriles, candidato opositor de la derecha, desde la campaña y después, existía el interés por parte de la derecha venezolana de desestabilizar al gobierno en turno.

El pasado 12 de febrero, manifestaciones en contra de la inseguridad en distintos estados de Venezuela terminaron con un saldo de tres muertos. Desde entonces, existe una gran campaña mediática impulsada por CNN (televisora estadounidense) y NTN 24 (televisora colombiana) generando un ambiente de agitación encabezado por Leopoldo López, acompañado de bots en redes sociales impulsando un “gran movimiento” en contra del régimen “dictatorial” y “autoritario” de Nicolás Maduro.

Sin embargo, fotografías de supuestos estudiantes aprehendidos en las calles de Caracas vislumbran la posibilidad de halcones infiltrados desde la primera manifestación y no sería descartable que estos mismos halcones hayan sido los autores de los asesinatos a estudiantes. Más aún, después de que fue revelado por parte del gobierno venezolano que estos halcones fueron entrenados en México, en un plan llamado Fiesta Mexicana, a lo cual el gobierno mexicano ha guardado silencio. No es descartable esta hipótesis, ya que existen precedentes de injerencismo (sobre todo de USA) mediante el Plan Cóndor en América del Sur en la década de los 60’s, 70’s y 80’s, y cuyos desestabilizadores eran entrenados en la llamada Escuela de las Américas, que en ese momento tenía sede en las cercanías del Canal de Panamá, en la cual la CIA (Central de Inteligencia Americana) era la encargada de reclutar, entrenar y fijar objetivos, y que distintos personajes latinoamericanos fueron partícipes (incluídos presidentes surgidos de golpes de Estado militares).

En este sentido, cabe señalar que Venezuela no es el único país que se ha visto sujeto a desestabilización política por parte de intereses ajenos, que apuntan directamente a USA por medio de su brazo ejecutor tradicional: la CIA. Aunque pareciera que son hechos e incidentes aislados y locales, Ucrania y Brasil han compartido (junto con Venezuela) manifestaciones en contra del gobierno en turno exigiendo cosas distintas.

Si bien es cierto que existen problemas en los países antes mencionados, tampoco podemos ser ilusos y no observar que estos brotes “espontáneos” tienen un patrón común y modus operandi de estas manifestaciones: gobiernos emanados de la Izquierda; hechos violentos en la primera de las marchas que desencadenan en muertos, con la participación de mercenarios infiltrados y entrenados, después de lo cual se convocan a manifestaciones más y más numerosas que suelen terminar en disturbios (quema de negocios y automóviles, enfrentamientos muy violentos con la policía), que desencadenan en represión y van haciendo subir más la tensión social y encienden los ánimos, convirtiéndose en un círculo vicioso.

En Ucrania el pretexto fue la negativa a incorporarse a la Unión Europea (contraviniendo los intereses de los propios europeos y USA, quienes ven un riesgo en la conformación de la Unión Euroasiática como un bloque económico antagonista); en Brasil el pretexto fue un tanto ridículo: la celebración de la Copa Mundial de Futbol de la FIFA en 2014; y en Venezuela la inseguridad. Y si observamos la primavera árabe de 2011, encontraremos un factor en común: la desestabilización de gobiernos no afines a los intereses estadounidenses y europeos.

Así, en Libia (a partir de “manifestaciones estudiantiles pacíficas”) se gestó una invasión que terminó con el régimen de Muammar Al Gaddafi (que también socavó uno de los mayores índices de bienestar que existía en el mundo) por el petróleo. En Siria, la lucha entre el gobierno de Bashar Al Assad y los mercenarios de la CIA ha cumplido ya dos años, y es también por petróleo y gas natural. En Ucrania, es por la incorporación a la Unión Europea, de la cual muchos saldrían beneficiados (menos los ucranianos, por supuesto). En Brasil, el trasfondo real es desmoronar el BRICS (bloque económico que hace un contrapeso real a la Unión Europea y a USA). Y en Venezuela, es el petróleo y la influencia política actual en la región.

La situación estratégica actual que tienen Brasil y Venezuela respecto a América Latina y su injerencia en el actual cambio de paradigma en el continente es crucial. Y para esto, USA le ha apostado a gobiernos títeres como el de Enrique Peña Nieto en México, Santos en Colombia, o Piñera en Chile (régimen a punto de terminar), que más allá de realizar reformas estructurales a modo de los intereses estadounidenses y europeos, representan un ariete en su contraofensiva contra los gobiernos de Izquierda y que ya no se sujetan a los designios y mandatos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

Así, el golpe de Estado denunciado por Nicolás Maduro en Venezuela no es otra cosa que un complot orquestado desde USA y la operación de la CIA para cambiar al régimen, y someter nuevamente a la región a sus propios intereses. Así, solo queda esperar que el Pueblo, al igual que con Chávez, responda y respalde a su presidente y a su gobierno. De lo contrario, Venezuela y América Latina volverán al letargo y atraso en el que tantos años tuvo USA a la región, tal cual lo está haciendo hoy con México.

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